Pasqual Mas y Usó es un escritor de aquellos que toca todos los palos de la creación literaria, un trabajador infatigable, de una constancia infinita que se ejercita en una amplia gama de géneros: novela, teatro, poesía, artículos, periodismo cultural, libros de estudio y crítica literaria, colecciones de relatos ... Como autor de narrativa breve tiene publicado el libro La confessió (1993), que recoge un relato extenso, casi emparentado con la novela corta, y las recopilaciones de cuentos Historias de la frontera (2000) y Contracontes (2003), con el que obtuvo el IV Premio de Narrativa Breve Josep Pascual Tirado y ahora editado en castellano con el titulo de Contracuentos por la Editorial Germania.
Contracuentos lo componen diez relatos y un microcuento. En primer lugar, todos tienen en común un hecho extraliterario que no es demasiado habitual, los encabeza una dedicatoria, una dedicatoria que a veces nos puede ofrecer una leve pista sobre lo que encontraremos en su interior, como en el relato La mancha, dedicado a un artista plástico, donde con todo lujo de detalles se nos narra como una joven se dirige al encuentro de un amigo virtual que es dibujante y sólo el sorprendente final nos descubrirá el porqué del título.
Las narraciones de Pasqual Mas parten de un hecho cotidiano, que por las circunstancias se convierte en un hecho sorprendente. La prosa de Mas recoge con pulcritud, riqueza léxica y una minuciosidad de cámara cinematográfica la escena o escenas que nos describe, creando una atmósfera y un clímax en el lector que romperá con la última frase.
En algún relato, como el caso de A la hora señalada, es el lenguaje empleado el verdadero protagonista, está lleno de frases hechas, algunas de la propia tradición pero otros de creación propia construidas por el Mas poeta.
Pasqual Mas, esto ya lo he observado en otros libros, como en la novela Diva (2004), entiende la literatura como un juego, como un delicioso divertimento, y le gusta que sus personajes lo citen y que incluso se rían un poco del autor, como en Por poco no lo cuento, una narración cargada de una fina ironía que tiene la estructura de una caja china. O hace un homenaje a un colega de gremio, en este caso a Vicent Marçà en El colaborador habitual, poniendo de apellido a uno de los personajes el título de uno de los libros más conocidos del desaparecido escritor castellonense Tourmalet. Este cuento en concreto tiene todo el sabor de algunos clásicos del cine de periodistas estadounidense. De hecho, he encontrado en otras narraciones, como en La visita, el sabor de la comedia llamada de enredo, en El amo del desierto el de las fábulas árabes, por lo que he deducido que el libro no es sólo un homenaje a un puñado de amigos, sino al lenguaje de las diversas maneras que el ser humano utiliza para narrar de una manera creativa.
Pasqual Mas, esto ya lo he observado en otros libros, como en la novela Diva (2004), entiende la literatura como un juego, como un delicioso divertimento, y le gusta que sus personajes lo citen y que incluso se rían un poco del autor, como en Por poco no lo cuento, una narración cargada de una fina ironía que tiene la estructura de una caja china. O hace un homenaje a un colega de gremio, en este caso a Vicent Marçà en El colaborador habitual, poniendo de apellido a uno de los personajes el título de uno de los libros más conocidos del desaparecido escritor castellonense Tourmalet. Este cuento en concreto tiene todo el sabor de algunos clásicos del cine de periodistas estadounidense. De hecho, he encontrado en otras narraciones, como en La visita, el sabor de la comedia llamada de enredo, en El amo del desierto el de las fábulas árabes, por lo que he deducido que el libro no es sólo un homenaje a un puñado de amigos, sino al lenguaje de las diversas maneras que el ser humano utiliza para narrar de una manera creativa.
Para cerrar este artículo cito unas frases del libro que hablan de cómo entiende el autor lo que es un cuento y cómo se deben escribir: «Pero los cuentos, ya se sabe, son una anécdota mínima y lo que interesa es forrarla bien, envolverla a veces, rebozarla otras y servirla palabra a palabra como si descubriéramos el mundo en cada una de ellas».
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