Por Manel Alonso i Català
Los libros mojados
Antonio Murgui Muñoz
Colección Barraca, Serie Sur, número 8. Editorial Germania. Alzira, 2012.
Una
llamada telefónica, un breve silencio y de golpe y porrazo sientes cómo se
rompe la campana de cristal donde habías construido un refugio para proteger tu
egoísmo. El caos se apodera de tu pensamiento, lo que sólo unos minutos antes
parecía importante ya no lo es, lo urgente se vuelve imprescindible, tienes que
volver a casa, donde te espera la muerte de un ser querido, así como las piezas
de un rompecabezas sobre la mesita de noche del dormitorio de tus padres; al recomponer
sus piezas irás rehaciendo tu pasado así como los puentes de unión con tu
familia, también verás el inicio de los caminos que te llevaron hacia donde
estás y que te convirtieron en el que eres: un individuo que gracias a los
grandes sacrificios que hicieron sus progenitores pudo subir en el ascensor
social y conseguir una formación y un éxito profesional del que sus ancestros
nunca pudieron gozar, a cambio has convertido a tus padres y tus hermanos en
unos desconocidos y a ti en un individuo egoísta, práctico, tiránico con tus
subalternos, solitario, incapaz de comprometerse y desarraigado.
El
escritor Antonio Murgui, autor de la novela Los
libros Mojados, (Editorial Germania, Alzira, 2012) hace que esta llamada un
día la reciba en su despacho del ministerio el protagonista de su relato,
César Frías, un hombre de éxito profesional de cuarenta años, que se verá
obligado a volver a su tierra, un pueblo vitivinícola de un comarca del
interior valenciano. Allí será transportando por las rachas de un viento de
dolor y ternura hacia el pasado, un pasado que a veces va más allá de su
nacimiento, para reconstruir hasta en dos
generaciones anteriores las vicisitudes de una familia pobre pero con una gran
capacidad de supervivencia, a pesar de todas las derrotas que el tiempo que les
ha tocado vivir les ha infligido.
El eje
de la novela es la memoria, y a través de ella la reconstrucción de un espacio
y de un tiempo duro, crudo, a veces cruel, agreste, pero propio, querido y
recordado con una cierta dosis de ternura. No es Los libros Mojados una tarjeta postal amable de un pueblo feliz, es
éste un libro de personajes que reciben con cierta resignación los golpes bajos
de la vida, es un homenaje a una generación con una gran capacidad de esfuerzo
y sacrificio que soñaron un mundo mejor para sus hijos.
Murgui
compartimenta la narración en cámaras que se comunican entre ellas, como la
familia y cada uno de sus miembros, dedicando un espacio incluso a aquellos que
tuvieran una vida corta. Dentro de la familia encontraríamos dos personajes
antagonistas entre sí, el padre Cesáreo y la abuela Segunda, la relación entre
los cuales marca de alguna manera el destino de César y de su madre y sus
hermanos. El segundo compartimento es el de la escuela, o en este caso el de
las escuelas, las relaciones con los compañeros, las relaciones con los
maestros, en el esbozo que Murgui hace de alguno de ellos entrevemos la
influencia de los clásicos de la literatura castellana. Y por último el pueblo,
un pueblo en el que el cultivo de la vid y la producción de vino son muy
importantes.
La
prosa empleada por Antonio Murgui es rica, ágil, con diálogos que no evitan los
dialectalismos propios de la zona, con una voluntad manifiesta de atrapar la
atención del lector, un lector que tendrá la sensación de que entre líneas hay oculta
mucha biografía del autor, pero al cual tendríamos que avisar que la Los libros mojados no es ninguna acta
notarial ya que, cuando recordamos, literaturizamos de alguna manera añadiéndole
un punto de vista subjetivo a unos hechos. Si además utilizamos, como Antonio lo
hace, la mirada, las palabras de un personaje, el filtro es mayor y por lo
tanto es otra historia diferente a la vivida aunque se parezca, pero al final
como bien nos señala el escritor francés Marcel Proust «La verdadera vida, la
vida finalmente descubierta y dilucidada, la única vida por lo tanto, realmente
vivida es la literatura».
Texto leído el día 10 de septiembre durante la presentación de la novela Los libros mojados en la Casa de Cultura de Utiel
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