31.3.11

"EL ÍNDICE" DE BENITO DEL PLIEGO

Por Andrés Fisher

Desde hace ya casi una década, en concreto desde el capítulo central de su libro Fisiones (Delta Nueve, Madrid, 1997), viene Benito del Pliego (Madrid, 1970, y que desde ese mismo 1997 vive y enseña en USA) escribiendo una poesía con unas señas de identidad consistentes y precisas que no hacen sino ratificarse en su libro de reciente aparición, Índice, (Germanía, Valencia, 2004), por el que le fue concedido el Premio Gabriel Celaya. Poesía consciente e interesada en la estructura del lenguaje en que se expresa, ha desarrollado una metodología que se basa en un ejercicio de la mirada. En el abordaje de lo observado desde diferentes perspectivas o ángulos y en la plasmación de ese observar sin ninguna intención narrativa o figurativa. Ejercicio que, siguiendo un paso vital en el desarrollo del arte contemporáneo, se aleja sin reticencias de la representación para producir en el poema una realidad autónoma sustentada por las propias lógicas que emanan de su construcción, las que se convierten en el sostén de toda la obra. Una poesía que tiene en la fragmentación del discurso otra clave interpretativa vital. En la disociación y la dislocación del objeto contemplado desde diferentes situaciones con la intención de aproximarse a ciertas formas de su esencialidad, y en la posterior yuxtaposición en el poema de los fragmentos de observación obtenidos de esta manera. Es esta una práctica que no deja de recordar al poeta catalán Joan Brossa. Como tampoco a la práctica del cubismo literario —del que el autor es un estudioso reconocido— aunque la relación en este caso de ninguna manera es imitativa en cuanto a una práctica de la escritura, sino que opera en lo que se refiere a una idea estructural de la composición. La poesía de del Pliego entonces, prescinde del tema como entidad globalizadora del sentido del poema y se acerca a lo que dejara escrito Haroldo de Campos: “poesía pues sí/ poesía (…) porque no tienes mensaje/ y tu contenido es tu forma/ y porque estás hecha de palabras/ y no sabes contar ninguna historia/ y por eso eres poesía/ como cage decía”. Todo esto acerca a esta poesía a las corrientes que convergieron hacia las distintas formas del minimalismo, que reclama el máximo poder expresivo con los mínimos recursos. En lo que es una estética pero al mismo tiempo una ética de la composición y es la forma que tiene el autor de acercarse a estos temas, a los que de ninguna manera renuncia, aunque a primera vista pudiera parecer lo contrario. No es raro entonces que en el poema “I” de la primera sección del libro, que está dedicado a Juan Gris, diga: “Lienzos y ventanas, verdad que se intercepta. Palabras y pared haciendo presentes los vanos”. Así, se trata de una poesía esencialmente abierta que necesita de la mirada del lector para completar su sentido. Una poesía que incluso le muestra a su propio autor hallazgos no concebidos por él, en lo que es una plasmación de una de las ideas clave de Gamoneda cuando dice: “solo sé lo que digo cuando está dicho”. Esto, aplicado a la obra de del Pliego, habla de cómo su cuidadosa sistematización no se enajena de elementos como el azar, la imaginación, el pensamiento y la obra entendida como una aventura sin un final concebido de antemano. Como él mismo dejara dicho hace tiempo: “Raro destino, conocer la finalidad con el fin de la obra”. O recientemente, en el poema “P” de la misma sección, justamente dedicado a Gamoneda, cuando expresa: “Insiste en verse con los párpados cerrados, en contemplar aquello que les atraviesa”, reclamando como un ángulo de visión incluso aquel que niega o interrumpe la propia observación. Se compone entonces Índice de dos secciones que desde el inicio practican la simetría y una clara noción estructural que vertebra la obra. Así, ambas secciones, Palingenesia, la primera, e Índice, la segunda, cuentan 27 poemas cada una, titulados con la letra del alfabeto correspondiente desde la A hasta la Z. La forma expresiva siempre es la prosa, que en Palingenesia se estructura en muy breves párrafos (o líneas) numerados (generalmente 3 ó 4 en cada composición) mientras que la totalidad de los poemas agrupados en Índice se resuelven en un solo párrafo, más largo pero de extensión bastante similar si contamos la totalidad de escritura contenida en las composiciones pertenecientes a la primera sección. Se ubica así Benito del Pliego, en relación al panorama de la poesía española contemporánea, en los antípodas de esa poesía que intenta ser corriente dominante, instalada en una sensibilidad y un coloquialismo conformistas, de lenguaje neutro y entidad conservadora. Por el contrario, se sitúa en los extremos de la rica heterogeneidad que sin buscar formar tendencia —de acuerdo con la época— se le contrapone. Dentro de ella, sin duda lo encontramos entre los que tras relectura y reflexión, hacen suyo el legado de las vanguardias como elementos clave en la fundación del lenguaje de la poesía de hoy. Sin un seguimiento literal y menos aún programático de ellas, pero sí en cuanto a una actitud crítica e inquieta hacia en lenguaje; a una idea de descubrimiento del sentido del poema en su proceso de composición. Aquí, siguiendo una vez más a Haroldo de Campos, podríamos situarlo con mayor precisión en esa línea de la modernidad que preferencia lo estructural frente a la alquimia del verbo y que se origina en Mallarmé teniendo su continuación en constructivismo, cubismo, poesía concreta, y obras individuales como las de Cabral de Melo, Brossa o Juan Luis Martínez. Escribió Juan Larrea: “El ojo lava su párpado al borde confuso de la duda”, en el que es un verso muy cercano a la práctica de del Pliego, que construye y que duda. Que deconstruye haciendo de esa duda la certeza esencial que yuxtapone en el poema los fragmentos previamente obtenidos mediante el ejercicio de la mirada que disecciona desde diferentes perspectivas al objeto. Objeto que siempre está presente, aunque dislocado y que actúa como ancla en una poesía donde el yo se disuelve en la escritura y donde el sujeto suele cambiar, produciendo una sugerente inquietud gramatical que es parte sustantiva del sentido del poema. Y es que la mirada, su propio ejercicio como clave de esta escritura, es al mismo tiempo cuestionado y complejizado. Como de expresa en el poema “B” de Palingenesia: “Se desdobla, se mira mirando y todo se aleja./ El placer de un mirar que reintegra: es ella, la fronda, la distancia que todo lo crea”. Tenemos entonces una mirada fragmentada que alcanza en la dislocación y la posterior yuxtaposición de los elementos así obtenidos una entidad autónoma, pero al mismo tiempo, nunca deja de ser una mirada precisa sobre las cosas concretas. Una observación física, aunque luego el resultado se eleve en el proceso (re)constructivo del poema incorporando notables dosis de pensamiento, el que también aparece fragmentado, sin que esto signifique una merma en su solidez, sino al contrario, pues también encuentra su propia lógica expresiva. En este sentido, quizá Palingenesia esté mas anclado en el propio ejercicio de la mirada e Índice algo más en el proceso (re)constructivo, aunque sin duda ambos comparten las mismas señas de identidad y de actitud hacia la composición que son las que vertebran toda la obra de del Pliego. Se trata entonces, siguiendo a Julieta Valero, de una poesía que indaga en los espacios en los que se asienta el yo en vez de predicar cosas sobre él. Una poesía que encuentra la belleza y el misterio en un ejercicio sistematizado de la mirada y en el propio proceso de su composición. Una poesía orientada a lo esencial que renuncia a efectismos y sensiblerías al tiempo que gana en solidez mediante una lúcida habitación en fragmentos del quehacer estético y hasta epistemológico de la postmodernidad. Una poesía en la que pensamiento e imagen logran una poderosa y muy particular interacción que da origen a un lugar donde habitan al mismo tiempo serenidad y riesgo. Lo que podemos leer con deleite en el poema “U” de Palingenesia, dedicado a Luis Cardoza y Aragón: “El árbol, tierra para el árbol, y la tierra, tronco en descomposición para que brote tierra./ Río que germina: la piedra fluye y la erosión del árbol se gesta./ Y todo dispuesto ante él: ranas y motor fundidos con el pensamiento”.

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