12.9.12

LOS LIBROS MOJADOS



Por Manel Alonso i Català
Los libros mojados
Antonio Murgui Muñoz
Colección Barraca, Serie Sur, número 8. Editorial Germania. Alzira, 2012.
Una llamada telefónica, un breve silencio y de golpe y porrazo sientes cómo se rompe la campana de cristal donde habías construido un refugio para proteger tu egoísmo. El caos se apodera de tu pensamiento, lo que sólo unos minutos antes parecía importante ya no lo es, lo urgente se vuelve imprescindible, tienes que volver a casa, donde te espera la muerte de un ser querido, así como las piezas de un rompecabezas sobre la mesita de noche del dormitorio de tus padres; al recomponer sus piezas irás rehaciendo tu pasado así como los puentes de unión con tu familia, también verás el inicio de los caminos que te llevaron hacia donde estás y que te convirtieron en el que eres: un individuo que gracias a los grandes sacrificios que hicieron sus progenitores pudo subir en el ascensor social y conseguir una formación y un éxito profesional del que sus ancestros nunca pudieron gozar, a cambio has convertido a tus padres y tus hermanos en unos desconocidos y a ti en un individuo egoísta, práctico, tiránico con tus subalternos, solitario, incapaz de comprometerse y desarraigado.
El escritor Antonio Murgui, autor de la novela Los libros Mojados, (Editorial Germania, Alzira, 2012) hace que esta llamada un día la reciba ​​en su despacho del ministerio el protagonista de su relato, César Frías, un hombre de éxito profesional de cuarenta años, que se verá obligado a volver a su tierra, un pueblo vitivinícola de un comarca del interior valenciano. Allí será transportando por las rachas de un viento de dolor y ternura hacia el pasado, un pasado que a veces va más allá de su nacimiento, para reconstruir hasta  en dos generaciones anteriores las vicisitudes de una familia pobre pero con una gran capacidad de supervivencia, a pesar de todas las derrotas que el tiempo que les ha tocado vivir les ha infligido.
El eje de la novela es la memoria, y a través de ella la reconstrucción de un espacio y de un tiempo duro, crudo, a veces cruel, agreste, pero propio, querido y recordado con una cierta dosis de ternura. No es Los libros Mojados una tarjeta postal amable de un pueblo feliz, es éste un libro de personajes que reciben con cierta resignación los golpes bajos de la vida, es un homenaje a una generación con una gran capacidad de esfuerzo y sacrificio que soñaron un mundo mejor para sus hijos.
Murgui compartimenta la narración en cámaras que se comunican entre ellas, como la familia y cada uno de sus miembros, dedicando un espacio incluso a aquellos que tuvieran una vida corta. Dentro de la familia encontraríamos dos personajes antagonistas entre sí, el padre Cesáreo y la abuela Segunda, la relación entre los cuales marca de alguna manera el destino de César y de su madre y sus hermanos. El segundo compartimento es el de la escuela, o en este caso el de las escuelas, las relaciones con los compañeros, las relaciones con los maestros, en el esbozo que Murgui hace de alguno de ellos entrevemos la influencia de los clásicos de la literatura castellana. Y por último el pueblo, un pueblo en el que el cultivo de la vid y la producción de vino son muy importantes.
La prosa empleada por Antonio Murgui es rica, ágil, con diálogos que no evitan los dialectalismos propios de la zona, con una voluntad manifiesta de atrapar la atención del lector, un lector que tendrá la sensación de que entre líneas hay oculta mucha biografía del autor, pero al cual tendríamos que avisar que la Los libros mojados no es ninguna acta notarial ya que, cuando recordamos, literaturizamos de alguna manera añadiéndole un punto de vista subjetivo a unos hechos. Si además utilizamos, como Antonio lo hace, la mirada, las palabras de un personaje, el filtro es mayor y por lo tanto es otra historia diferente a la vivida aunque se parezca, pero al final como bien nos señala el escritor francés Marcel Proust «La verdadera vida, la vida finalmente descubierta y dilucidada, la única vida por lo tanto, realmente vivida es la literatura».

Texto leído el día 10 de septiembre durante la presentación de la novela Los libros mojados en la Casa de Cultura de Utiel

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